(Aquino Lamas)
Pensaba hacer una pasantía
en el desierto, pero me faltaba
voluntad para ejercer la vocación
como Dios manda.
Mis mandamientos estaban vencidos
pero aún confiaba en la musculatura
lisa, en los mandatos biológicos y
en el movimiento involuntario.
No había motivos para desertar
ni despertar del sueño de los justos.
El desierto y los polos son el botón
de muestra: la voluntad de Dios
es infinita, y no para de crecer.
Hay que pasar la noche, me dijo
un alma errante sin identificarse
(los cuerpos pueden ser identificados
por los dientes, con el alma viva o
muerta estamos perdidos)
Yo paso, pensé pero le contesté:
Pasar la noche es sólo una metáfora
que pasa. Todo lo que es, pasa.
¿Preferís el mar, la sierra o la montaña?
Me preguntó el alma sin nombre
ni señas particulares mientras encendía
un Particulares 30.
Preferiría el desierto, lisamente,
deslicé mientras cambiaba de opinión
y de vocación, al tiempo que me
disponía a entablar un voluntariado
en el excusado.
(Después brindamos por la sed
como buenos desertores sedentarios)
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