(Dudamel Rambler)
Pescar no es pecado, como comer,
siempre que sea con moderación.
Debemos moderar nuestras necesidades.
La necesidad humana contempla algunos
pecados; aceptamos como pecados menores
a la mentira piadosa, a la piedad mentirosa
y ciertas acciones casi inevitables en que
solemos incurrir con mayor o menor asiduidad
y son consideradas materia negociable, como
la carne (que nos constituye, aunque no somos
sólo carne: también contamos con huesos, pelos,
uñas y dientes)
El pescado no tiene uñas, ni pelos, ni lengua,
ni miembros: no los necesita. Sólo escamas y
aletas. Pero tiene boca, como nosotros, y casi
todos comen carne.
El pez por la boca muere, y evoluciona en
pescado: un sustantivo común que es también
participio pasado: Si no fuera por el verbo,
el pez podría nadar como si nada, sin peligro
de pasar a alimentar metáforas.
II
El pescador puede pasar horas esperando:
No es para cualquiera, una vocación que incluye
la paciencia. Quien peca de impaciente, no suele
salir a pescar; prefiere otras vocaciones y pecados.
El verdadero pescador, el pescador nato, es un ser
contemplativo y reflexivo, casi un filósofo:
Elige su carnada (no puede elegir la presa)
y luego espera sin alterarse, espera lo necesario.
Confía en las debilidades de la carne, aún la blanca.
No tiene un blanco, como el cazador y disfruta esa
incertidumbre: el misterio que fluye bajo el agua,
donde todo comenzó.
El pez es libre en el agua, nada a pata ancha
sin respetar corrientes ni andariveles. El único
límite que conoce es el peligro que representan
sus predadores naturales: otros peces como él
(Es natural tener predadores naturales, nosotros
los perdimos en la carrera evolutiva, pero nos
asumimos predadores de todo lo natural: así lo
quiso Dios, o lo dispuso la evolución; sólo
obedecemos como buenos corderos)
III
El pez, dependerá del instinto y de su astucia
para eludirlos, evitarlos u ocultarse.
Fuera de eso, su libertad es casi absoluta,
piensa el librepescador. Al morder el anzuelo
aprenderá una lección: Siempre puede haber
alguien, ajeno a su percepción, dispuesto a
sacarlo de circulación y competencia con un
poco de carne muerta.
Una lección de vida, acaso inútil o tardía,
como casi todas. Piensa el filósofo en silencio,
antes de devolverlo al agua en condición
dudosa: La libertad nunca es completa.
IV
Pescar puede resultar placentero, o tedioso.
Depende del pescador.
Dios no pescaba, pero multiplicaba peces
que serían comidos por su rebaño.
El pescador nato, puede bañarse dos veces
en las mismas aguas donde pesca, aunque
el río no sea nunca el mismo.
El mar es otra cosa: no corre, sólo se mueve
en un vaivén que se repite.
Es siempre el mismo mar y el mismo movimiento.
El placer del pescador remeda al de Dios:
Disponer de vidas ajenas, de seres que no
conoce, y sin conocer el pecado.
Pero sólo el goce divino es perfecto,
el humano aún deja que desear.
Pescar no es pecado, como comer,
siempre que sea con moderación.
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