(Aquino Lamas)
Supe generar cierta empatía
con una mosca, me seguía a
todas partes como un perro.
Dándome vueltas, consiguió
que entabláramos una relación
estable.
Al principio, a mi espíritu libre
y soberano le resultaba un poco
pegajosa, pero las relaciones
nunca son lo que uno espera.
Quiso el destino, que un día
saliera a pescar y quiso acompañarme.
Si bien asumo pescar como una
actividad solitaria, no pude oponerme
(lo que probablemente hubiera sido
inútil: es difícil convencer a una mosca
con este lenguaje limitado y pobre)
Al cabo, no fue mala idea:
(aunque tampoco fue una idea, sino
una circunstancia de la vida)
La jornada no fue lo que esperaba,
en términos de pesca; fue improductiva
(Ni la pesca, ni las jornadas suelen ser
lo que uno espera)
Pero al menos pude entretenerme
con la compañía zumbona de mi
mosca, y aliviar el tedio de la tarde
antes de levantar campamento e ir
a tomar el té.
No está mal la pesca con mosca...
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