(Aquino Lamas)
Los árboles no hablan.
Si lo hicieran, tal vez nos ayudara
a entender el significado de la
vida, y su sentido profundo, si lo
hubiera.
Entre nosotros, muchos no los perciben
como seres vivos, sino como parte del
paisaje: algo estático e indiferente, que
se mantiene erguido bastante tiempo.
Algunos florecen, sin necesidad de moverse:
Viven de la tierra, como nosotros
y mueren en ella, a imagen semejanza.
Dicen que se comunican entre ellos
a través de sus raíces, por debajo de
la tierra.
Los valoramos según su utilidad : (tal como
hacemos con todos los objetos y sujetos)
Apreciamos sus maderas, como insumo
productivo para fabricar casas, muebles
y hasta instrumentos musicales. Gozamos
de su sombra, algunos de sus frutos y otras
prestaciones.
II
El bosque está lleno de misterios,
entrar a él es siempre una aventura.
Y es el lugar donde mejor se sienten
y prosperan, conviviendo en libertad.
Existen bosques encantados, y su magia
es conocida desde antiguo ¿Cuántos
poemas nacieron en un bosque, o en un
abra? ¿Cuántos bosquejos de poemas
se habrán perdido en su espesura?
Quedan pocos bosques: Nos cuesta
entender una libertad sin movimiento.
Dicen que se comunican:
Si los árboles hablaran nuestro idioma,
podrían no desear compartirnos sus
secretos, su sabiduría antigua.
Incluso pudiendo hablar, podrían
preferir no hacerlo con nosotros…
(En cualquier caso, es poco probable que
los escucháramos: no se mueven,
y nosotros no podemos detenernos)
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