(Amílcar Ámbanos)
Me solazaba en la complicidad
de mi propio silencio, sin deseo
de compartirlo, cuando terció
la voz de la conciencia que nunca
descansa:
El que calla otorga…
No sabía si tomarlo como un cumplido
o como una ironía: ella tiene esas cosas,
soy consciente.
Hice silencio, no iba a ser cómplice
de sus juegos perversos. Me otorgué
el beneficio de la duda, mientras pensaba
para mí:
Hay mucho que otorgar; no sé si me
estaré otorgando lo que merezco, apenas
creía merecer este silencio cómplice
cuando fui interrumpido:
Tal vez fuera suficiente, y la continuidad
subsiguiente hubiera sido un exceso.
Ya habrá tiempo para profundizar las dudas
pendientes de desarrollo.
Venimos a otorgar, sin duda:
concluyó la conciencia.
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