(Senecio Loserman)
El mundo está hecho de sal
entre otras cosas, algunas más
necesarias que otras para la vida
animal, vegetal, y otras.
Nosotros consumimos una parte
y la empleamos con distintos fines:
como condimento, para matar
caracoles, para conservar la carne
y poder comerciarla a través del
mar (el mar es fuente de sal)
en otros tiempos, para bautizar
y hasta para armar preguntas
como ésta: ¿qué gusto tiene la sal?
Gracias a la evolución alcanzada
nuestra especie es capaz de cuestionarlo
todo, producir conocimiento, modificar
la realidad y formular todo tipo de
preguntas.
Pero hay suficiente sal en el mundo
para abastecer a todos, salpimentar
a gusto y hasta dilapidarla, como la
vida misma.
II
Hay muchas sales, aunque merced a
la metonimia (otro recurso interesante
cuya disposición es de exclusividad
humana) sabemos que, al hablar de sal
lo hacemos sobre el cloruro de sodio
o sal común de mesa, una de las tantas
sales que nos acompañan.
La sal es un mineral que se obtiene de
distintas fuentes. Hay sal de potasio, de
yodo, sal de mar, sal de ajo y sal de ojo:
Las lágrimas son ricas en sal
(es conveniente, después de llorar mucho
reponer sales o bien, evitarlo controlando
esos estados emotivos y limitar sus
emisiones)
Entre las especies más aficionadas a la
práctica del llanto, está el caimán.
Sabemos que no es para fiarse
de lágrimas de cocodrilo, de mujer ni
de renguera de perro. Pero no todo es
lo que parece:
Los humanos solemos creer que la risa
y el llanto son atributos exclusivos de
nuestra especie, y sólo nosotros somos
capaces de reír o llorar, con o sin motivo.
En el mismo sentido, suponemos que todo
otro llanto responde a los mismos estímulos
que el nuestro: la pena, la congoja, el
desconsuelo.
No es el caso del caimán, cuyas lágrimas
cumplen otra función: proteger o reparar
sus ojos de la irritación provocada por el
agua en que nadan. También, para eliminar
el exceso de sal.
(Por eso, no hay que confiarse. Si uno se
conmueve por el llanto del caimán y se
acerca a consolarlo, puede recibir una
sorpresa desagradable: Somos presa, y
ellos son tan carnívoros como nosotros,
o más)
III
Sin embargo, otras criaturas no sólo
no le temen sino que lo frecuentan, y
gustan posarse en su rostro, con otro
interés:
Las mariposas aprecian esas lágrimas
cuya sal necesitan para el desove y
otras funciones.
El caimán acepta la visita sin inquietarse,
como algo natural.
Esta escena natural, desmiente una vez más
la pretendida creencia humana de que en
la Naturaleza todo se dirime en términos
de predadores y presas:
Hay otras formas de relación entre especies,
no signadas por la violencia, aunque nos
siga resultando tan extraño como ajeno.
El mundo está hecho de sal, entre otras
cosas. Y las sales, como los animales,
son parte de los recursos naturales
a nuestra disposición, como los recursos
humanos.
¿Qué gusto tiene la sal?