(Aquino Lamas)
Ama tus funciones como a ti mismo.
Las conocidas y las otras,
sin discriminar: Todas te necesitan,
es más, se necesitan entre sí y son
todas necesarias según la ocasión
(la ocasión
no hace a la función)
Ama tus funciones, no las desconozcas.
Reconócete en ellas y su diversidad.
Reconócete en ellas y su diversidad.
Ellas se repiten por ti, para ti.
Todas tienen algo valioso para darte,
no las invisibilices ni categorices.
Ama tus funciones, sus ciclos y secuencias
repetibles: ama su ritmo y pitagoriza tus
contradicciones, funcionales o no.
No preguntes qué hacen por tí, más bien
pregúntate qué puedes hacer por ellas,
que seguirán haciendo lo suyo aunque
las ignores.
No las evalúes ni las califiques,
el amor no distingue ni separa:
el amor une y es ajeno a guarismos
y valores.
Tus funciones tienen mucho que decirte
de la vida, como de la muerte y el amor:
El amor no es más que una correcta
disposición de las funciones hormonales
gestionadas con eficiencia e idoneidad.
El resto es poesía.
No soslayes la importancia de la función
poética en la producción de tu discurso
metabólico, en la práctica teórica y sus
vínculos profundos y ontológicos.
Sólo se ama lo que no se conoce.
Con el conocimiento todo declina, pero
no podemos privarnos de la aventura
del conocimiento: Conocemos la
declinación hasta sus últimas consecuencias.
Ama tus funciones como a tí mismo.
Amar es dar y recibir, incorporar y emitir,
aprovechar y descartar:
Ningún metabolismo puede permanecer
indiferente a estos movimientos del amor.
Ama tus funciones: Quien no lo hace
termina siendo funcional a otras.
No desprecies este mensaje de amor,
estas palabras cuyo sentido profundo
podría no tener ningún valor:
Tampoco el amor lo tiene.
El arte de amar tiene sus beneficios.
Ama tus funciones como a tí mismo,
desde tu propio borborigmo.
No preguntes cuantas son,
funciona.
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