(Aquino Lamas)
Hay una variedad de seres
que se alimentan
del excremento de otros.
¿No es maravilloso?
Si todos hiciéramos lo propio,
se reduciría en forma drástica
la violencia entre los cuerpos
animados -los otros no suelen
practicarla, no la conocen-
y reinaría la armonía en el mundo
sensible -que es el único que nos
importa a los seres sensibles-
¿El plan divino no es perfecto?
No estamos en condiciones de juzgar:
si a algo venimos, es a ser juzgados,
atravesar dificultades y obstáculos
y superar el estado de abyección
heredado de los animales primitivos.
Tampoco deberíamos juzgar a otros,
ni a las moscas que, emanación divina
o no, es claro que saben lo que hacen.
No: no es una imperfección del diseño
supremo. Si el excremento sirviera de
alimento a todos los mortales, habría
otras dificultades:
Sin predadores naturales, la población
de cada especie se expandiría sin límite
y el crecimiento descontrolado no podría
ser alimentado en forma indefinida. No
podría sostenerse:
La escasez de víveres, llevaría a que una
cantidad creciente de individuos pereciera.
Luego, sólo proliferarían las especies
carroñeras, cuyo excremento tal vez no
fuera a ser aprovechado por nadie.
Un mundo dominado por carroñeros
y sembrado por sus excrementos
sin utilidad residual, languideciendo
y degradándose en vano, no parece
algo deseable -aunque quizá no sea
muy diferente del nuestro-
En verdad, no sabemos qué es peor
ni qué es mejor, pero quien hizo ésto
sabía lo que hacía… O no, no nos es
dado saberlo y no venimos a juzgar.
Mejor no copiar ni imitar ejemplos
engañosos:
Somos una especie joven, dinámica y
emprendedora que sabe como apropiarse
de todo sin necesidad de copiarlo.
Ya lo dijo Eliot, hablando de poetas:
Los jóvenes imitan y copian,
los viejos roban.
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