(Ricardo Mansoler)
Hay quienes atesoran recuerdos
de sus aventuras de juventud:
una hoja seca, una piedra tallada
por el mar, un caracol -sus restos-
o el esbozo de un poema abandonado
dentro de un libro varias veces no
leído.
Cada cual tiene algo que atesorar,
aunque lo olvide: es natural a la
posesión de una memoria superior
que nos diferencia de los otros animales.
La conciencia fluye, es dinámica,
reconoce y se reconoce a sí misma
en función de la memoria histórica.
La historia determina lo que cada uno
emite o incorpora, y lo que es posible
atesorar.
II
Cada sujeto es único, pero no está solo:
contiene otros, más jóvenes o viejos,
con quienes debe convivir.
Este poema contiene otros, como
cualquier otro.
La diferencia entre el individuo caracol
y yo, es mi condición de sujeto
de la que no podría escapar.
El sujeto emite e incorpora
a voluntad: elige entre objetos,
palabras y sujetos.
Puedo escribir como podría no hacerlo,
podría abandonar este poema y probar
con otro. Podría, incluso, desdecirme:
Puedo emitir más de lo que sé;
el caracol sólo emite baba y excremento,
como cualquier poema.
III
Hay quien atesora agua marina
en una botella, como recuerdo.
Poseer un poco de mar no está mal:
El goce de esta propiedad no afecta
a terceros, ni incide en el volumen
oceánico (para esa inmensa masa
líquida todas nuestras propiedades
y goces son insignificantes)
El animal humano, devenido sujeto,
sabe que es poco lo que puede gozar
por fuera del sentimiento de propiedad.
El hombre, es esa botella que atesora
y contiene un mar de experiencias
humanas que supo atesorar.
Es posible, que el hombre
vuelva al mar y lleve su botella,
para que recuerde sus orígenes
y acaso renovar su contenido:
El mar nunca es el mismo.
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