(Ricardo Mansoler)
Perdí el decibelímetro en el mar:
en los primeros segundos de un
naufragio se improvisa, sin
otra referencia.
Después ya no, siempre hay
un margen para salir a flote,
pero casi todo se pierde:
No es mucho lo que puede
salvarse en un naufragio,
tal vez la vida sea bastante.
Después perdí el metrónomo:
-o tal vez antes-
Podría haberlo salvado, pesa poco,
más había que resignarse
y mantenerse a flote, era lo
primordial:
Quien flota no está muerto. El resto
puede hundirse en lo que sea
que le espere en el fondo del mar.
No hace falta hilar muy fino
ni afinar con nadie.
Ahora sentía que perdía el ritmo,
pero sin ninguna culpa; mi
compromiso era sólo pragmático.
Si algo sobra en el océano humano
son los ritmos perdidos, pienso,
mientras inauguro en el agua un
compás de espera.
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