(Remigio Remington)
Una mata de polvo
no identificado
podría distraer el curso
de la Historia, dar lugar
a falsas interpretaciones
de la realidad, inducir al
equívoco del observador
pasivo o al error no forzado.
El polvo interestelar está
por todos lados, Estela,
hasta en nuestros intersticios
más íntimos y opinables.
El observador imaginario,
por opción u omisión no anda
escrutando polvos propios o
ajenos; no se detiene en una mata
ni en superficies engañosas:
Sabe que hay otras formas
de matar el tiempo, antes de ser
polvo y gozar sus propiedades.
El polvo no se mata.
Estamos hechos del mismo material
que las estrellas: polvo.
Ellas colapsan, nosotros descendemos
de la descomposición y dividimos el
tiempo y el trabajo para producir
sentido.
Más el polvo no muere, no lo mata
la humedad ni los malos hábitos,
como sacudir el polvo (el polvo no
puede enajenarse)
El polvo no se mata ni remata,
si una mota muta en mata, no
hay nada que hacer: el polvo
es soberano.
La Historia del polvo
merece más respeto que cualquier otra.
Él estaba cuando no había nada, y
seguirá estando cuando no queden
rastros de nuestras cenizas.
Como sujeto, el polvo
es el más insignificante,
pero como significante es casi infinito:
Está en todas partes, y una partícula
de polvo contiene todo el misterio
del universo.
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