(Eleuterio York)
Hay animales que dedican
la mayor parte de su vida
al aseo personal.
¿Una mala decisión?
¿Un trabajo insalubre y no
remunerado?
No voy a emitir un juicio de
valor: Mi gato me está mirando.
No necesita decir nada. A través
de sus ojos, con su mirada limpia
expresa más que las palabras de
un humilde poema humano.
La mayor parte del día, la aprovecha
para dormir. El gato es un cazador
de elite, sabe que para mantenerse en
forma hay que renovar energías todo
el tiempo, y estar preparado para la
acción.
En la vigilia, no pierde el tiempo
y una vez satisfechas sus necesidades
básicas, pasa a ocuparse de su aseo
personal, lo que le insume bastante
tiempo, y lo agota: trabajar cansa.
Pero sabe que su cuerpo es lo más
importante que posee, y debe cuidarlo
como merece:
Alguien tiene que hacer el trabajo
sucio, y confía en las virtudes de
su lengua áspera, que para eso está.
Cualquier gato, propio o ajeno, sabe
que el aseo personal es esencial, no
tanto para ostentar buena presencia
sino para deshacerse del olor a gato
y evitar ser descubierto por sus presas
o potenciales predadores.
Todo predador sano, sabe que también
es presa, salvo nosotros que disponemos
de recursos para que todos sean nuestras
víctimas.
La Naturaleza es sabia, y lo expresa en
los instintos, que moldean las conductas
y comportamientos animales, menos los
nuestros:
Nuestra naturaleza superior, nos permite
controlar los instintos, así como controlamos
las poblaciones animales y controlamos el
mundo.
Es posible que nadie dedique tanto tiempo
a su aseo personal, como un gato sano.
Si aprendiéramos algo de ellos, tal vez
tendríamos menos tiempo disponible
para otras cosas, pero nos veríamos más
limpios de bacterias y de culpas.
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