(Amílcar Ámbanos)
El olvido es parte de la historia.
El hombre sólo recuerda una
parte de su historia: aquella que
necesita para justificarse.
Hay una historia propia, subjetiva
y otra común.
El sujeto es histórico, no podría
entablar su propia historia por
fuera de la otra, aunque no la
reconozca.
El conocimiento es siempre parcial:
Somos parte de una familia, de un
lugar y una época que responden a
condiciones históricas.
Ese volumen de pasado, propio y
heredado se transforma con el tiempo.
La memoria lo trabaja:
Descarta una parte, la otra la acomoda
para que resulte aceptable.
Ningún sujeto podría cargar con el
peso de todo ese volumen de historia
acumulada.
El olvido es selectivo, y se integra a la
historia en forma aceptable.
El fin de toda la historia y de todas las
historias, es la justificación.
Los que aprendieron algo de historia
saben que el fin siempre justificó los
medios.
Los medios, sólo responden a intereses.
La justicia nunca fue un fin reconocido
por los hombres, salvo aquellos grupos
marginales de inadaptados, que siempre
terminan mal.
Para ser justo, tendría que justificar
este poema antes de editarlo:
Fin.
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