(Amílcar Ámbanos)
La memoria no puede ser completa.
Ni el olvido: Siempre queda algo
que olvidar.
Pocos tienen oído absoluto, muy
pocos. Memoria absoluta, ninguno,
salvo Funes, y así le fue.
Hay que soltar y olvidar lo que se
suelta. El día en que perdamos la
capacidad de olvidar, estaremos
perdidos.
Sin ella, viviríamos limitados,
constreñidos por la necesidad
de no repetir errores del pasado:
Esos errores no forzados, de los que
nadie quiere hacerse cargo, serían
una carga insoslayable.
Por el contrario, el olvido representa
un alivio y es una fuerza liberadora
para el libre desarrollo de todo nuestro
potencial creativo.
Sabemos que una buena parte de lo
que somos, es lo que olvidamos: No
es poco lo que hay para olvidar.
No envidies el oído absoluto
del prójimo; eso se pierde, y también
será olvidado con el tiempo:
En un futuro, no habrá ninguno que pueda
ostentarlo, el oído absoluto habrá quedado
en el pasado y no habrá nada que ostentar
ni recordar.
Pero no es para alarmarse:
Todavía olvidamos.
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