(Florencio Cusenier)
Dios nunca dejó de crecer,
me dijo mi prima Pura, como
la fe que nos impulsa a obedecer
este mandato.divino, y seguir
creciendo a imagen semejanza.
Sólo que no hay comparación
posible; el crecimiento divino
excede nuestra capacidades
cognitivas:
Nosotros perecemos, Él crece
y seguirá creciendo, más allá
de todo, incluso cuando ya no
nos necesite.
No sabemos cuánto nos necesita,
si es que lo hace, pero puede crecer
perfectamente sin nosotros.
Podría, si quisiera, crear otras
criaturas, inclusive superiores
a nosotros:
No conocemos sus deseos, ni
sabemos mucho de sus necesidades
y la forma de tramitarlas.
Pero nos es dado saber que crece,
como sólo Él puede hacerlo, con un
ritmo propio al que no tenemos acceso:
El ritmo divino es ajeno a la naturaleza
de la carne. Por eso, Dios nunca es el
mismo, crece a cada momento, y sus
tiempos son distintos a los nuestros.
II
Al momento de la Creación, Él era muy
joven, lo que explica algunos defectos de
terminación en criaturas como nosotros:
Pecados de juventud, hay que entender
que antes de nosotros, había creado todos
los animales, las plantas y los planetas.
Es natural que estuviera cansado, aunque
para Él fuera sólo un juego de niños.
A pesar de su juventud, ya había alcanzado
un buen tamaño como para manejarse con
soltura en el espacio infinito que acababa
de crear.
El nuestro, es uno de los planetas más
pequeños. Otros, de mayor volumen, le
resultaban apropiados para jugar a la
pelota.
Cuando se aburría (jugar solo aburre, a la
larga) buscaba el nuestro y otros más o
menos proporcionales para jugar a las
bolitas.
No hemos inventado nada, todos los juegos
imaginables por nuestras humildes mentes
animales, ya habían sido pensados por Él,
nuestro pastor.
Él cree en nosotros todavía, aunque con
moderación. Aquellos planetas más grandes,
también habrían estado habitados: Se sabe
que eran unos seres de mayor tamaño que
el nuestro, cuyas prácticas excesivas y, al
parecer bastante opinables los llevaron al
colapso.
Así fue como Dios nos fue adoptando,
y acabó encariñándose con este planeta
humilde y sus criaturas pequeñas,
inquietas y obedientes que no paran de
crecer.
Con mi prima Pura nunca termino de
aprender. Sería deseable que todos
tuviéramos una prima como ella,
aunque no sea Pura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario