jueves, 6 de marzo de 2025

El crecimiento sobrenatural

 

(Florencio Cusenier)

 

Dios nunca dejó de crecer,

me dijo mi prima Pura, como

la fe que nos impulsa a obedecer

este mandato.divino, y seguir

creciendo a imagen semejanza.


Sólo que no hay comparación

posible; el crecimiento divino

excede nuestra capacidades

cognitivas:


Nosotros perecemos, Él crece

y seguirá creciendo, más allá

de todo, incluso cuando ya no

nos necesite.


No sabemos cuánto nos necesita,

si es que lo hace, pero puede crecer

perfectamente sin nosotros.


Podría, si quisiera, crear otras

criaturas, inclusive superiores

a nosotros:


No conocemos sus deseos, ni

sabemos mucho de sus necesidades

y la forma de tramitarlas.


Pero nos es dado saber que crece,

como sólo Él puede hacerlo, con un

ritmo propio al que no tenemos acceso:


El ritmo divino es ajeno a la naturaleza

de la carne. Por eso, Dios nunca es el

mismo, crece a cada momento, y sus

tiempos son distintos a los nuestros.


II

Al momento de la Creación, Él era muy

joven, lo que explica algunos defectos de

terminación en criaturas como nosotros:


Pecados de juventud, hay que entender

que antes de nosotros, había creado todos

los animales, las plantas y los planetas.

Es natural que estuviera cansado, aunque

para Él fuera sólo un juego de niños.


A pesar de su juventud, ya había alcanzado

un buen tamaño como para manejarse con

soltura en el espacio infinito que acababa

de crear.


El nuestro, es uno de los planetas más

pequeños. Otros, de mayor volumen, le

resultaban apropiados para jugar a la

pelota.


Cuando se aburría (jugar solo aburre, a la

larga) buscaba el nuestro y otros más o

menos proporcionales para jugar a las

bolitas.


No hemos inventado nada, todos los juegos

imaginables por nuestras humildes mentes

animales, ya habían sido pensados por Él,

nuestro pastor.


Él cree en nosotros todavía, aunque con

moderación. Aquellos planetas más grandes,

también habrían estado habitados: Se sabe

que eran unos seres de mayor tamaño que

el nuestro, cuyas prácticas excesivas y, al

parecer bastante opinables los llevaron al

colapso.


Así fue como Dios nos fue adoptando,

y acabó encariñándose con este planeta

humilde y sus criaturas pequeñas,

inquietas y obedientes que no paran de

crecer.

 

Con mi prima Pura nunca termino de

aprender.  Sería deseable que todos

tuviéramos una prima como ella, 

aunque no sea Pura.


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