(Aparicio Custom)
La lluvia es una buena inversión.
Contra viento y marea, aguanta
como el agua y siempre funcionó.
Sin ella no podríamos invertir en
letras, bonos, acciones u otros
activos.
Las buenas inversiones siempre
se renuevan y vuelven a generar
utilidad:
Confiamos en mantener los márgenes
de utilidad, al menos. La utilidad es
un activo muy atractivo para el hombre:
Cuando nos mostramos útiles, siempre
despertamos atracción y generamos
empatía para que inviertan en nosotros.
II
El riesgo siempre está, es natural a la
inversión: Es más riesgoso confiar en
la lluvia que en un riego controlado y
correctamente gestionado:
La lluvia se autogestiona, lo que reduce
los márgenes de seguridad: No sabemos
cuándo volverá a llover y sabemos que
no hay inversión segura.
Pero la lluvia siempre nos acompañó.
No sabemos si llovía antes de que
pisáramos la tierra. Las creencias como
el Diluvio Universal son poco verosímiles.
Es probable que ya hubiera llovido
antes de nuestras inversiones, pero no es
algo relevante para los mercados:
La verdadera Historia, la que importa, es
la que inauguramos nosotros. Antes, no
hay registro de importaciones ni de
inversiones. No había nada que invertir.
III
Salvo la lluvia, tal vez el mejor ejemplo
de inversión directa: El agua se evapora,
asciende hasta ser nube, para volver al agua
y realizar su utilidad.
Se esperan nuevas lluvias, el cielo está
cubierto. Confiamos en nuestros paraguas
importados, gracias a los que invirtieron en
su producción serial.
Somos seres seriales sin temor a la lluvia.
Venimos a invertir, sin inversión no hay
futuro, advierten las autoridades del Fondo
de Inversión Internacional.
Confiamos en la lluvia de inversiones que
está al caer, y en que siempre que llovió paró.
El futuro es pura inversión.
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