(Tomás Lovano)
Este frasco fracasó,
era un frasco genérico sin
mayores pretensiones.
Un frasco entre los frascos
que pasan por nuestras manos,
como tantas cosas que pasan
por la vida de cualquier mortal.
Ya no es el mismo, sus prestaciones
declinaron, perdió hermeticidad, no
cierra bien: la rosca oxidada es sólo
una señal.
Remover el óxido es más difícil
que remover el frasco y reemplazarlo:
Cuando algo pierde utilidad, lo mejor
es removerlo y sustituírlo.
Me gustaba este frasco, su tamaño
mediano; no era un frasquito
y tampoco un frascazo.
Pero ante su fracaso, hay que aceptar
que cumplió su ciclo y pasarlo a retiro,
sacarlo de circulación dejando su lugar
a otro, más apto.
No hay que apegarse a objetos inútiles
que sólo sirven para acumular polvo,
óxido y recuerdos del pasado.
Si uno se enfrasca en el pasado,
puede quedar pegado a cualquier cosa,
como el óxido a la tapa de su frasco.
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