(Ricardo Mansoler)
Gozamos de 17 millones de moscas
por cada mortal de los nuestros.
Gozar es un decir, admitiendo que muchos
podríamos no gozar tal compañía
y en ese caso, sería un goce involuntario,
con lo que no se cumpliría en plenitud
la propiedad del goce, según su condición
semántica.
Podríamos reemplazar el verbo:
Disponemos de 17 millones de moscas,
como para que cada cual disponga a gusto.
Las moscas no se alterarían por el cambio,
y seguirían gozando de sus funciones.
Pero no, no es demasiado preciso
el número: Los promedios son siempre
engañosos, y hay una buena parte de la
opinión pública que habita en zonas frías,
hostiles a los hábitos del múscido.
Luego, la cifra disponible para quienes
gozamos de su presencia, sea o no
verificable el goce, es sensiblemente
mayor:
Podrían ser 30 millones, o 40: casi la
población argentina…
Ignoramos cuantas moscas dispone
el argentino medio. Los argentinos
ignoramos muchas cosas, además de esa,
y así nos va…
Alguien que ignoro, creo que extranjero,
descubrió el anagrama de argentinos: ignorantes.
Lo conocí por Borges, que solía citarlo.
(Hay quienes gozan con estos juegos pueriles,
tal vez por la incapacidad de gozar
de sus moscas, o como ellas)
II
Volviendo a las moscas (siempre vuelven,
son una presencia recurrente) el problema
de la superpoblación es bastante antiguo:
Tal vez no sea correcto el término, ya que
no sabemos cuantas necesitamos ni cual
sería la cantidad razonable, libre de excesos.
Sí sabemos que son necesarias, cumplen
funciones útiles para el equilibrio
ecológico y son parte de la cadena
alimentaria.
Sabemos, también, que son mucho más
antiguas que nosotros y muchas más.
Hubo un momento histórico, que todos
conocemos, aunque en forma parcial.
Esto es, el Gran Diluvio Universal
y el Arca salvadora donde Noé,
cumpliendo la orden emanada por
su Creador, dispuso parejas de todas las
especies que merecían ser salvadas.
III
Como es natural, no faltaron las moscas.
No sólo no faltaron, sino que en el curso
de la navegación y al ir sumando jornadas
(días, semanas, meses, años: no hay
certeza sobre la duración de la travesía)
comenzaron a arreciar y reproducirse
las quejas de los pasajeros y tripulación
por la presencia excesiva de estas criaturas
divinas: Había muchas moscas,
con la consabida molestia que ocasionan
entre quienes no suelen gozar con esa
presencia.
Con el agravante de que no paraban de
reproducirse.
Había una explicación bastante sensata
y razonable (El Hacedor no suele cometer
errores) aunque no todos se mostraron
dispuestos a entender razones y aceptar:
Hay 160.000 especies de moscas,
no hubiera sido justo discriminar.
Estaban todas.
Como todos sabemos
(aunque es probable que no toda
esa diversidad a bordo lo supiera:
en aquellos tiempos no se contaba
con mucha información)
las moscas practican la poliandria,
es decir que una hembra requiere
la atención de varios machos, para
mantener los niveles de calidad genética
y obtener los recursos para una
reproducción sustentable de la especie.
El Ojo del Supremo y Su Plan Divino
no podían soslayarlo.
Por otra parte, no cuesta mucho imaginar
la dificultad, en aquellas condiciones de
hacinamiento y precariedad, para establecer
un control eficaz de la promiscuidad entre
especies.
IV
Sabemos que la mosca es pegajosa,
socialmente amigable, perseverante
y dada al cultivo de la disipasión,
la promiscuidad y los bajos instintos:
No se ocultan para tener sexo,
pueden hacerlo en el aire y
lo practican con sospechosa asiduidad.
No les fue mal:
Acaso ignoren que gozamos de 17 millones
de ellas por cada mortal de los nuestros,
pero si bien mueren como moscas permanecen,
a diferencia de otras especies más desarrolladas,
ajenas al peligro de extinción y se siguen
multiplicando sin contratiempos.
Es posible, incluso, que gocen más que nosotros
(No es para envidiar, nadie en su sano juicio
aspiraría a gozar como un insecto.
Salvo un insecto)
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