(Aquino Lamas)
La lujuria intrínseca del alma,
así como otros rasgos virtuales
del vicio y el pecado, puede
sobrevivir a las mutaciones del
cuerpo, sin necesidad de adaptación
evolutiva.
El alma escarnecida
no se ríe de la carne
ni se compadece de su suerte.
Ningún alma es tan fuerte
como para arreglarse sola
y esperar la primavera.
Ningún alma es tan fuerte
como el pez
que sobrevive a la pecera.
II
Bien sabe el alma permanecer ajena
a las evoluciones de los cuerpos
que se cuecen, y sepa, tal vez,
lo que le espera, aunque no lo comparta:
Comparten poco, las almas,
no son para confiar (No conviene confiar
en sujetos intangibles, ni en poetas.
Mucho menos en los que escriben con el
alma: No es un recurso que prometa.
Valèry lo averiguó, y quiso compartirlo:
El alma es siempre un mal poeta)
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