(Pascual Rambler)
Una buena acción individual
puede desequilibrar a la marca,
generando otras opciones para
los que llegan y abriendo el camino
para vulnerar defensas enemigas
y producir oportunidades.
El éxito de la gestión individual,
dependerá de los recursos naturales,
la técnica y la capacidad instalada
del que la emprende. Y la aptitud
para determinar la ocasión, el
momento preciso para engañar al
otro y superarlo, esto es:
La capacidad de decisión.
Una buena acción,
positiva y superadora, es siempre
tributaria de una buena decisión.
La suma de buenas decisiones
configura la relación armónica
de signo positivo, que hace crecer
el rendimiento del equipo y
asegura el éxito de la gestión.
El éxito individual, redunda en el
beneficio colectivo, generando nuevos
estímulos y oportunidades:
El éxito brinda confianza para asumir
desafíos cada vez mayores y fijarse
metas cada vez más altas.
El desarrollo de la propia capacidad
de decisión, es capital para que el
hombre determine: cuando es oportuno
refugiarse en lo colectivo y cuando
debe
resolver por sí mismo, priorizando
al individuo y su potencial creativo.
Una decisión correcta, reduce y
minimiza los márgenes de error
no forzado.
Luego está el azar,
lo imponderable
e imprevisible: la suerte, el destino
o Dios, según prefiera el suscriptor,
el compañero, el jugador…
Todos jugamos, aunque no sepamos.
Dios también.
Una buena acción individual
no distrae a Dios de su juego
de dados.
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