(Amílcar Ámbanos)
El taxidermo merodeaba
el sueño del neólogo,
agitando gerundios y miembros
como anticuerpo en celo.
(Era un neólogo neófito y nativo,
nadie nace sabiendo: pero cualquiera
puede hacerlo)
Un hormigueo recorría el alma
del fantasma, sin abandonarlo,
poseído como adjetivo posesivo
fuera de contexto.
(El taxidermo pertenece al orden
de los neófagos: devoran novedades)
Nada más triste que un fantasma
abandonado, pensó entre sueños
casi idénticos pero impares.
O sí, terció el taxidermo en trance,
leyendo el sueño afantasmado
y enrtorpeciendo el tráfico onírico:
(rico o no, o ni)
Más triste:
Un fantasma disecado y virgen,
reconocido en plena sesión
de sexo tántrico sin resolver.
(No es fácil la vida del neólogo
en estos tiempos, donde sólo se busca
la satisfacción inmediata, pensó el
taxidermo con un gesto triste,
ya obsoleto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario