(Amílcar Ámbanos)
Entre las ideas sub ejecutadas
que merodean mi mesa de trabajo
estaba ésta.
Dudaba ¿valía la pena desarrollar?
No, probablemente un ejercicio
inútil, un trabajo innecesario:
Llevo acumulados unos cuantos, pero
entiendo que acumular es un trabajo,
un ejercicio y también son sinónimos,
si se quiere.
Pero no, nadie quiere trabajar, al menos
entre los que comparten mi signo somos
pocos, y mucho menos sin una utilidad
que lo justifique.
Sí, la utilidad lo justifica todo; pero
producir utilidad es trabajoso, hay que
ser capaz y tener voluntad (ambas se
pueden desarrollar: una puede adquirirse
y la otra trabajarse, pero es un trabajo)
La inteligencia, obtenida luego de miles
de años de trabajo, permite ahorrar ciertos
trabajos, aprovechando la utilidad que
producen otros, e incluso reproduciéndola
con creces:
Es más fácil reproducir que producir.
II
Todos los ejercicios tienen una mecánica
reproductiva: se aprenden y se reproducen
en forma mecánica; todos descansan en la
repetición. Incluso éste.
(Reproducción y repetición, no son sinónimos,
en rigor, pero están muy cerca de serlo, si se
quiere: casi siempre lo son. Pero nadie quiere
el rigor, no queremos se hijos del rigor)
La ejecución perfecta de un ejercicio h
repetidas veces, redundará en saludables
beneficios para el cuerpo ejecutante h
(No sólo cuerpo: cuerpo, mente, alma y sus
respectivos órganos y prolongaciones)
III
Hace algún tiempo, había menos conciencia.
Se pensaba (el conocimiento acumulado, así
lo autorizaba) que había algunos órganos que
sobraban. Era común recurrir a la cirugía
para extirpar esas piezas, emisiones inútiles
que convenía suprimir para evitar problemas
a futuro.
Como tantos y tantas, fui operado de amígdalas
en la infancia. Luego se supo que estos órganos,
como casi todos, cumplían alguna función, y
se suspendió esta práctica.
No recuerdo casi nada, la anestesia hizo su
trabajo, cumplió su función.
Sólo una cosa: Al despertar, recibí como regalo
de mi padre una caja de herramientas; una
alegría: había valido la pena la operación, aunque
hubiera perdido aquella parte de mi cuerpo con
la que no tenía un vínculo tan estrecho como para
extrañarla.
No me quejo, no sería sensato reprochar algo así,
hecho con la mejor intención, y siguiendo los
dictados de la sensatez entonces reinante.
IV
Los ejercicios nunca son del todo inútiles,
podría repetir mecánicamente. Incluído el
ejercicio de la memoria, que sirve parta activar
conexiones neuronales.
Ejercicios provisorios, parece un pleonasmo
si se quiere: Todos lo son, es la condición
que los define; duran un tiempo acotado, que
cada quien establece según su necesidad o
deseo.
No es posible pasar la vida con un mismo
ejercicio: ésto nos impediría atender otras
necesidades.
Además, sería tan trabajoso como inútil.
Hay que fijar límites. Interrumpir, y luego
repetir la operación siguiendo un orden,
una mecánica.
Retomando la operación, no hay que descartar
que existan órganos dudosos, acaso descartables.
Órganos que quizá no sobren, pero que parecen
estar ociosos casi siempre. No voy a entrar en
detalles ni a hacer nombres:
Éstos son mis límites. No voy a desarrollar
la idea, un ejercicio inútil. Hay mucho por
ejecutar y subejecutar.
El ejercicio de la vida
es una cuestión de límites.
No hay comentarios:
Publicar un comentario