(Asensio Escalante)
Lasim, el Oscuro, ensalzaba la ataraxia,
proscribía la sal y aconsejaba a sus
discípulos:
Elévate, más no te detengas en lo alto;
ni en la montaña enorme de sermones
ni en el salmo del salmón.
Mucho menos en la salmodia irrepetible
del abismo.
Veo restos de sal en tu misal, dijo Lasim.
Sé tu mismo sin mesura
y procura que nada sea lo mismo,
cuando sales y entras.
No te quejes del esqueje que no brota.
No rezongues ni reces: no resarce.
Rezar no cuesta nada y poco ofrece,
compruébalo tu mismo,
aunque nadie te bautice y la sal muera.
II
El mundo es vasto y es finito:
Hay sal, hay cal y hay adjetivos
alcalinos. Hay calorías suficientes
para consumar toda necesidad y
emprender cualquier acción innecesaria.
Hay suficiente sal para un ejército
de desertores arrepentidos.
No te arrepientas de ningún pecado
antes de cometerlo: es tan inútil
como hacerlo después.
III
Hoy hablamos de sal:
La sal no pica ni salpica,
pero seca a aquel mortal
hecho de agua: el caracol
y la babosa son ejemplos.
La sal sabe bien: seduce, envicia,
más no avisa; su acción es silenciosa
y el comensal incauto la padece:
eleva su presión sin compasión.
Toda pasión se paga.
IV
La sal no vale mucho,
aunque alguna vez fue moneda
de cambio, y era atesorada
como el oro.
(Oramos por la sal)
Hoy sabemos que hay sales
de distintas calidades y procedencias.
Pero la sal no falta en ninguna mesa,
gracias a la Evolución.
(Elevamos una oración a la Evolución)
Hay sal hasta en la lágrima silvestre
del ahogado, en lágrimas de amor
o pena por herir a la cebolla.
Si algo sobra en las salobres aguas
de océanos y mares, eso es la sal.
(Los más exigentes prefieren la sal
del Himalaya, más pura, beneficiosa
y baja en sodio. Pero su precio es alto:
Hay que subir a buscarla, algo costoso
y trabajoso. Todos descendemos, pero
pocos pueden elevarse)
V
Hay sal en el sudor que bendice la frente
del trabajador genérico, como en aquellas
ingles trabajadas por el ocio insano que
evoluciona en vicio.
(Elevamos una oración al trabajo
de esas glándulas)
Que la sal no salpique al pescador
ni a su rebaño de pecadores que
abusan de la paronomasia.
Un baño de sales purifica al comensal
y despierta el apetito por lo diminutivo.
Pero lo que más purifica es el ayuno,
como todos sabemos:
Cuando la evolución nos permita
superar este metabolismo material
seremos completamente puros.
(Una oración adicional a todos
los aditivos permitidos
que producen adicción)
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