(Luis Espejo)
Abandoné la escritura automática
después de haber automatizado
el hábito de escribir.
Todo lo que se incorpora
se puede automatizar.
No es difícil. Antes escribía sin
objeto, ensayaba extensiones discursivas
que deambulaban por la periferia del
sentido -reproducían sin producir-
tanteando las texturas de ese vacío,
impulsado por el puro y mero goce
de emitir sin fin.
Las evoluciones no suelen ser lineales;
no puedo precisar cuando ni como
incorporé la precisión, como elemento
secundario y luego primordial,
reemplazando aquellas extensiones
vacilantes y experimentales, por formas
más precisas, enfocado en los diversos
modos de producir sentido, auscultando
el ruido del sentido al producirse.
Sigue siendo algo experimental, algo tan
ambiguo y vano como aquello, pero tal
vez más peligroso: La producción de
sentido, sólo es posible en conflicto con
los ya existentes.
La oposición, no suele ser
una buena inversión: Propone un juego,
demanda una participación activa que
casi ningún lector suele estar dispuesto a
asumir, por lo que prefiere abandonarlo
en forma automática.
¿Está bien? ¿Está mal?
¿Era mejor aquello?
Es posible que escriba mejor ahora:
Sería raro que alguien reconociera
que antes era mejor en algo, salvo en
el sexo y otros deportes.
No sé, nadie puede ser objetivo consigo.
¿Está contento consigo mismo?
Le preguntaron a Alberto Caeiro:
-No, estoy contento.
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