(Senecio Loserman)
Nunca se sabe,
iba a escribir sin pensar.
Pero pensé, es peligroso escribir
sin pensar: Nunca se sabe qué
puede pasar o qué va a pensar
el otro.
No, nunca se sabe es muy vago
como afirmación genérica, si no
hay un argumento convincente.
Mejor confiar en un sujeto.
Aunque nunca, como sujeto, podría
ser objeto de descalificaciones y
despertar iras impensadas.
Nunca falta un optimista positivo
que la emprenda contra el sujeto:
Nunca, un adverbio negativo
que no suma, no propone, no
genera sino resignación.
Nunca ningún mensaje que empiece
con nunca, puede producir empatía,
salvo en otros resignados, pesimistas,
escépticos y sujetos negativos de
toda calaña.
Empezar con una negación
es rechazar el universo de
oportunidades para pensar el mundo
de las oportunidades.
Nunca es un adverbio negativo, como
tampoco o como el prefijo in, de los
incrédulos, injustos, inseguros e
incapaces (aunque sean inteligentes) o
la doble negación del ni, que frecuentan
los nihilistas. Y ni hablar de Nietzsche,
que enloqueció de tanto negar todo.
Nunca se sabe, pero hay peores,
como jamás, mucho más terminante
y taxativo. Hay que ser cauteloso en
el uso del lenguaje, para no ser presa
del engaño y avanzar en el combate
contra las formas negativas.
Para ser positivo y no caer en el
desánimo, no habría que confiar
en las palabras:
Son muchas, y no sabemos cuantas
fueron y están siendo cooptadas y
apropiadas por el enemigo.
El enemigo no descansa, y es el
sujeto negativo por antonomasia
(tengo dudas con antonomasia)
El enemigo se diversifica a cada paso,
se mimetiza, muta, puede compartir
nuestros hábitos, inclinaciones, deseos
y habla nuestro mismo idioma.
Hay casi tantas palabras como enemigos.
(Es peligroso escribir sin pensar,
y además es difícil: Mejor no hacerlo.
Es más seguro, nunca se sabe)
No hay comentarios:
Publicar un comentario