(Horacio Ruminal)
Los cuerpos que proceden del instinto
tienen los días contados: como los
hábitos que acreditan (los hay
nocivos y saludables; la neutralidad
es irrelevante en este ámbito)
La satisfacción inmediata, es un
hábito muy difundido en los tiempos
que corren: el valor del instante
aventaja al instinto, que procede del
pasado y vacila en otro ritmo.
La evolución, incrementa la velocidad
del deseo, tanto como el deseo de más
velocidad.
Hay que adaptarse, la Historia no puede
esperar, el presente no es para todos:
el que no se adapta está muerto.
La dinámica de los cuerpos vivos
incorpora nuevos movimientos, que
deben adaptarse al ritmo evolutivo
de los hábitos en curso.
El tiempo sostiene los hábitos,
que al repetirse en sentido evolutivo
acaban en instintos.
(No sé si me seguís, a mi me cuesta:
a veces me pierdo, a veces sigo a mi
sombra, y vuelvo a perder. Más no
me desanimo)
El presente es veloz, casi inasible,
pero nadie quiere correrse
o dar un paso al costado: Preferimos
un paso en falso, no se sabe qué hay
al costado; vacilamos…
El instinto nos previene contra lo
desconocido, puede que a ambos
lados haya un ejército de fracasados
que no pudiendo afrontar los costos
acabaron desertando, resignados a
ver pasar nuestros hábitos vitales
desde su anacronismo sin futuro.
Bajaron los brazos, no luchan
por actualizar el placer
ni por incorporar las nuevas tendencias
que la velocidad confirma.
Se refugian en el instinto
de conservación, como si
valiera la pena conservar algo
del pasado.
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