(Ester Miño)
Entre los deportes humanos
más desarrollados disponemos:
El tiro al pichón, la cetrería, la
corrida de toros, de ratas y liebres,
la corrida cambiaria, la bicicleta
financiera y la fuga de divisas.
El amor a la divisa, es uno de los
más elevados valores que debemos
al deporte:
Un sentimiento indeclinable, un
amor innegociable e inmarcesible,
acaso la más pura de las pasiones
cultivables.
Como si no fuera suficiente, el amor
a la divisa ofrece otros beneficios
que lo tornan ventajoso, respecto de
cualquier otro emprendimiento
amatorio:
Sirve para amortizar el pasivo
de amores dudosos, deficitarios
o mal tramitados, es ajeno a toda
forma de infidelidad y es de fácil
acceso para cualquier mortal, sin
necesidad de capacitación alguna
para gestionarlo (a diferencia del
capital cognitivo)
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