(Amílcar Ámbanos)
El estornudo de una flor
silvestre no afecta las raíces
del sueño del coleóptero, por
lo común.
Por lo común, el sueño se pierde
en el registro de lo real: No todo
puede concentrarse en forma de
contenido.
¿Te acordás cuando te leía aquel
poema que no entendías?
Tenías razón, yo nunca me acuerdo:
Me dormí en el
metro, me pasé y soñé:
al despertar me faltaba el metrónomo.
Desde entonces, nunca más pude
volver a seguirme el ritmo.
¿Te acordás que no entendiste?
Bueno, al menos te dio sueño…
II
El hombre es animal que sueña,
aunque no el único.
En el Precámbrico, el hambre estaba
mejor distribuida. Había hordas,
pero nadie se precipitaba en prácticas
sospechables de desear alterar el orden
de los sueños.
Un comercio sutil entre almas cóncavas,
convexas emulsionaba en olvido
de la carne: No era segura la carne de
esos tiempos.
(La carne es forma y contenido.
Puede haber otras formas de materia
con memoria, pero sólo ella puede
olvidarse de sí misma)
El hombre se adelanta a su tiempo,
siempre pudo haber estado adelantado:
Tiene sueño atrasado y sueña las mejores
pesadillas; algunas
las realiza o las reitera.
¿Recordás tu última pesadilla?
Puede que no, no podemos olvidar todo
lo que deseamos.
III
El estornudo del coleóptero
no afecta las raíces
de la flor que sueña:
¿Qué sueña la flor cuando se duerme?
¿Le florecerán pesadillas?
Ahora podrías estar haciendo algo mejor
que no dormir, incluso que perderte en
el sueño de un poema que se extiende
y desentiende de su superficie cubierta
y del volumen ocupado en la Historia
por el sueño de los justos:
Dormir.
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