(Serafín Cuesta)
Hay un sentimiento exclusivo
de los autodenominados humanos,
una especie relativamente nueva
en términos históricos, pero con
una envidiable capacidad de decisión
para alterar el orden.
En el discreto segmento de tiempo
que lleva en el planeta, ha sabido
asumir un protagonismo excluyente
y una adaptación sin par, a las
alteraciones que ella misma produce.
La impulsan aspiraciones descomunales,
que no parecen conocer límite. Después
de su paso por la Tierra, seguramente
nada será igual en este mundo, aunque
no habrá quien pueda verificarlo.
II
Sabemos que otros animales, también
tienen sentimientos, como el amor: Nos
llevó un tiempo y nos costó bastante
aceptarlo. Pero el arrepentimiento les
es ajeno.
Somos la única especie que cultiva
sentimientos tan diversos: desde el amor
hasta el odio, pasando por la envidia, la
ira, la empatía, el desprecio, el orgullo
y la vergüenza deportiva.
También somos la única especie que cultiva,
y que cría a otras para reproducirlas a mayor
velocidad y comerlas, y vender su carne
muerta convertida en producto:
Somos los únicos que logramos capitalizar
la muerte, al menos la ajena. No es poco,
aunque confiamos en nuestra inteligencia
y sensibilidad superiores.
III
Procuramos ofrecer un mundo cada vez mejor
a las futuras generaciones de humanos, y de
todos los animales que lo merezcan.
Sin duda, no existe otra criatura con tantos
sentimientos, ninguna otra es capaz de adorar
imágenes: No conocen la fe, ese sentimiento
que nos eleva por sobre el mundo material.
Somos la vanguardia del Orden Natural y del
mundo sensible: Los únicos que podemos
sentir vergüenza, a los otros animales nunca
los vimos avergonzarse.
Nietzsche confesaba sentirla al escribir, en el
Siglo XIX, y no lo hacía mal.
No se sabe si era algo que merecía ser superado,
pero ya lo superamos: Ahora se puede escribir
cualquier cosa, sin ninguna vergüenza.