(Onésimo Evans)
Hay personas que no saben
qué hacer con su vida, ni siquiera
están seguras que sea suya.
Luego, olvidan que no saben:
No es difícil olvidar lo que no
se sabe.
Un buen día, olvidable como otros,
escriben un poema que fracasa.
Pero hay algo bueno ahí, y lo ven:
Pueden volver a intentarlo
y fracasar hasta el cansancio, sin
impedimentos ni culpa.
Acaso un buen día, olvidable como otros
aparezca la vislumbre de un poema
memorable.
Entonces, esa vida vacante de sentido
habrá cobrado uno, tan dudoso como
otros.
Más tarde, aunque el poema haya quedado
en el olvido, agradecerá aquel día en que
contrajo ese hábito amigable, y de un
impacto ecológico irrisorio.
Hay muchas razones para escribir poemas,
casi tantas como para no hacerlo.
Pero es bueno para quien no sabe qué hacer
con su vida, saber que tiene toda una vida
por delante para hacerlo.
Hay quien escribe un poema en su vida, y
no es bueno.
Hay quienes escriben casi todos los días
del año, y los poemas no son mejores.
Pero están los que lo hacen muchos años
o toda la vida, y no escarmientan: Esos
tampoco son imprescindibles, aunque no
lo saben.
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