(Serafín Cuesta)
El ejército de traidores,
que en un principio no inquietaba
a nadie, se ha ido fortaleciendo con
el correr del tiempo y las batallas que,
sin mayor explicación supo ganar.
No se puede afirmar si fue por mérito
propio, o bien, porque del otro lado
había traidores infiltrados.
Es posible que los traidores tengan
los mejores tiradores, lo cierto es que
nunca se sabe para donde tirarán:
Es mejor no estar a tiro de un traidor,
bueno o malo. Ni a su lado. Estar atrás
parece más seguro: Tal vez fue eso lo
que hizo retroceder a otros ejércitos y
así fueron ganando posiciones.
Estar detrás de ellos resulta más seguro,
aunque se podrían dar vuelta en cualquier
momento.
II
Es dificil aventurar hasta dónde llegarán,
su verdadero propósito se desconoce, si
lo hubiera. Tampoco se sabe cómo se creó,
aunque está claro que reclutar traidores, no
es empresa costosa, Hay mucha mano de
obra desocupada.
Ahora, las autoridades los reconocen como
un problema, lo que no significa identificarlos
como un enemigo: Con los traidores, siempre
hay vías de negociación abiertas.
En los círculos áulicos de la práctica teórica,
intelectuales altamente reconocidos especulan
que ésto no puede durar mucho. Hay que darle
tiempo:
Sabemos que la fidelidad y el compromiso
de un traidor con una causa, cualquiera sea,
no se extiende nunca demasiado; en algún
momento desistirán. Podemos estar tranquilos
y confiar en la deserción.
Por otra parte, los traidores saben que están
siendo infiltrados, y lo aprovechan para difundir
su pensamiento, doctrina y algunos de sus valores
esenciales: (que acaso no sean los verdaderos)
Nosotros no inventamos la traición, antes bien,
ella tiene una larga tradición. Rescatamos una
parte de ese legado comunitario e histórico.
No nos creemos peores ni mejores, tampoco somos
los únicos traidores, aunque la mayoría no lo reconoce
ni se reconoce. Nosotros nos reconocemos, al menos
no somos hipócritas.
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