(Epifanio Weber)
Mi lapicera colapsó,
ya no es lo que era:
mutó en un cuerpo
cavernoso
que no eyacula ni un
punto
suspensivo.
Ahora sólo
reproduce ecos
de voces que no
existen
(aunque todo lo que
no existe
tiene abierta alguna
posibilidad
de existencia, tal
vez efímera y
dudosa pero no menos
real:
la realidad es
cambiante)
La industria china
no es para confiar:
Años comprando la
misma lapicera,
acostumbrado a su
forma de escribir,
a la presión que
demanda y al modo
en que se adapta a
mi mano, y de
pronto este abandono
silencioso: No
sólo no escribía
igual, sino que dejó
de hacerlo.
La apariencia es la
misma, pero la lapicera
no. Los chinos son
expertos en el arte del
engaño, así
acarician el éxito de su
desarrollo engañoso:
Los justifica la
cantidad, son muchos;
la cantidad baja los
costos y permite
aumentar la
producción. Producen tanta
cantidad y bajan los
costos para inundar
el mundo, en
desmedro de la calidad.
II
No hay mucha opción,
no tienen competencia.
Todo lo que se puede
comprar, es chino o está
en vías de serlo.
Y más vale malo conocido…
Por suerte, junto
con los chinos, el desarrollo
trajo la tecnología
que hoy disponemos
y nos permite
prescindir de estos objetos
anacrónicos, como
la lapicera.
La evolución tiene
un costo, es sabido, pero
es invalorable poder
contar con un teclado
del tamaño de la
mano, con el que puede uno
comunicarse con todo
el mundo, con un sólo
dedo, sin necesidad
de lidiar con papeles y
ensuciarse con
distintas tintas (que vaya a
saber de dónde las
sacan, para bajar costos)
Sin duda, resulta
ventajoso no depender de
estos objetos que
siempre hay que reponer
y además, hay que
empuñarlos, ocupando
la disponibilidad de
la mano y todos sus dedos,
para algo que puede
hacer uno solo y con
mejores resultados
(¿quién escribe todavía
en cursiva?)
La lapicera colapsó,
pero hay que ver el lado
positivo: Todo
puede colapsar en este mundo
sensible, incluso el
Universo, como auguraba
Poe (aunque gracias
a la evolución producida
en la producción de
conocimiento, hoy sabemos
que según las
teorías más avanzadas, es más
probable que ocurra
todo lo contrario, para
nuestra tranquilidad
de consumidores finales:
Se seguirá
expandiendo indefinidamente
hasta enfriarse por
completo y morir)
Todo tiene su vida
útil.
La lapicera colapsó,
pero de todo colapso
se puede extraer
algo útil, una enseñanza
que aumente el
capital cognitivo.
Así es como
funciona la evolución.
III
Bien podría uno
seguir comprando lapiceras
como siempre, y
descartar esta experiencia
colapsable como
oportunidad de crecimiento,
pero es mejor
detenerse, como la lapicera
china y reconocer el
valor de los avances
tecnológicos que
disfrutamos, gracias a la
evolución, que
nunca se detiene:
No sólo agrega
objetos útiles, que mejoran
la vida y producen
nuevas necesidades, sino
que agrega valor a
todo, nos agrega y nos
educa en la
agregación de valor, como algo
natural; una
función positiva y expansiva
que nos acompaña en
toda actividad, para
seguir creciendo en
todos los sentidos:
Todo valor es
susceptible de recibir agregación.
Venimos a agregar,
el resto es aleatorio.
No hay otro fin, la
agregación no tiene límites
y produce goce: es
un recurso renovable.
Lo único sensato,
es concentrarse en agregar
todo el valor
posible a nuestras vidas y
defender los valores
esenciales que todos
compartimos, como el
valor agregado, los
valores digitales y
todos aquellos que
pudieran agregarse
en un futuro: No se sabe
demasiado del
futuro, pero sabemos que es pura
agregación.
Es todo, voy a
comprar una estilográfica.