lunes, 8 de agosto de 2022

El poema formidable

 

(Ricardo Mansoler)

 

Formidable, leí y me detuve,

no sé por qué me impresionó:

hay muchos adjetivos como ese

(aunque cada adjetivo es único

en su forma)


Leía la promoción de una novela,

hecha por su autora. ¿Qué tiene

esta palabra de particular?

Nada, sólo que no creo haberla

usado nunca, como si no fuera parte

de mi vocabulario, como si no me

perteneciera.


No es raro, sentimos que hay palabras

que nos pertenecen más que otras, a

las que no frecuentamos casi nunca.


Formidable, pensé ¿Cómo puede

prescindir tanto tiempo de este adjetivo?


Lo formidable, es que no es difícil de

aplicar: se adapta a cualquier sustantivo

con una eficacia formidable, y un detalle

no menos formidable:  se escribe igual en

nuestra lengua que en inglés.


Un significante con más énfasis que

significado, multipropósito de amplio

espectro, que agrega valor a cualquier

cosa…


Un recurso útil para resaltar las virtudes,

reales o supuestas, de algo o de alguien:

un adjetivo que vende:


Hay que saber venderse, esa es la clave

para convencer al otro del valor de lo que

ofrecemos: El arte del engaño es esencial

para el comercio de la palabra, como para

todo comercio humano.


(Tal vez, todo arte sea tributario del engaño,

aunque no es lo mismo incurrir en él por

amor al arte, que hacerlo con otros fines)


Conocí a alguien formidable…

Este producto es formidable…

¿Cuántas palabras formidables estaré

ignorando, y cuántos objetos y sujetos

formidables pueden haber pasado inadvertidos

por mi vida, que no califica como formidable?


Pensé: hay que estar abierto a todas las

sensaciones que producen o tramitan las

palabras, cuanto más rico el vocabulario,

mayores posibilidades de transmitir alguna

sensación interesante, que justifique la

lectura, aún cuando carezca de todo interés.


Vivimos en un mundo de sensaciones

y promesas (como lo supo entender aquel

cantautor famoso, conocido como Sandro,

el Gitano, que en realidad no era gitano y

se llamaba Roberto, pero seducía e ilusionaba

a todas las jóvenes de entonces con su oferta:

un mundo de sensaciones)


Vuelvo atrás, desde el pleonasmo:

Lo que leía cuando me detuve, era una nota

que promocionaba una novela “ambientada

en esa formidable aventura humana que fue

la Conquista del Desierto”


Curiosa forma de describir un genocidio,

pensé: ¿una metáfora formidable?


Puede que no, pero en una metáfora se acepta

todo; es un recurso retórico para ampliar nuestra

percepción de la realidad. El mundo de las

metáforas es casi infinito, como el de las

sensaciones…


Y cualquier recurso es lícito y válido

cuando se trata de vender:


El fin justifica los medios, piensan los

historiadores que ponderan la campaña del

desierto y suscriben ambas metáforas:


No había desierto, ni hubo conquista.

Y hay otras palabras para contar esa

historia. Pero la Historia está hecha

de metáforas, de las que nadie espera

una verdad.


¿No es formidable?

 

 


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