viernes, 5 de agosto de 2022

Mi lapicera colapsó

 

(Epifanio Weber)

 

Mi lapicera colapsó,

ya no es lo que era:

mutó en un cuerpo cavernoso

que no eyacula ni un punto

suspensivo.


Ahora sólo reproduce ecos

de voces que no existen

(aunque todo lo que no existe

tiene abierta alguna posibilidad

de existencia, tal vez efímera y

dudosa pero no menos real:

la realidad es cambiante)


La industria china no es para confiar:

Años comprando la misma lapicera,

acostumbrado a su forma de escribir,

a la presión que demanda y al modo

en que se adapta a mi mano, y de

pronto este abandono silencioso: No

sólo no escribía igual, sino que dejó

de hacerlo.


La apariencia es la misma, pero la lapicera

no. Los chinos son expertos en el arte del

engaño, así acarician el éxito de su

desarrollo engañoso:


Los justifica la cantidad, son muchos;

la cantidad baja los costos y permite

aumentar la producción. Producen tanta

cantidad y bajan los costos para inundar

el mundo, en desmedro de la calidad.



II

No hay mucha opción, no tienen competencia.

Todo lo que se puede comprar, es chino o está

en vías de serlo. Y más vale malo conocido…


Por suerte, junto con los chinos, el desarrollo

trajo la tecnología que hoy disponemos

y nos permite prescindir de estos objetos

anacrónicos, como la lapicera.


La evolución tiene un costo, es sabido, pero

es invalorable poder contar con un teclado

del tamaño de la mano, con el que puede uno

comunicarse con todo el mundo, con un sólo

dedo, sin necesidad de lidiar con papeles y

ensuciarse con distintas tintas (que vaya a

saber de dónde las sacan, para bajar costos)


Sin duda, resulta ventajoso no depender de

estos objetos que siempre hay que reponer

y además, hay que empuñarlos, ocupando

la disponibilidad de la mano y todos sus dedos,

para algo que puede hacer uno solo y con

mejores resultados (¿quién escribe todavía

en cursiva?)


La lapicera colapsó, pero hay que ver el lado

positivo: Todo puede colapsar en este mundo

sensible, incluso el Universo, como auguraba

Poe (aunque gracias a la evolución producida

en la producción de conocimiento, hoy sabemos

que según las teorías más avanzadas, es más

probable que ocurra todo lo contrario, para

nuestra tranquilidad de consumidores finales:

Se seguirá expandiendo indefinidamente

hasta enfriarse por completo y morir)


Todo tiene su vida útil.

La lapicera colapsó, pero de todo colapso

se puede extraer algo útil, una enseñanza

que aumente el capital cognitivo.

Así es como funciona la evolución.



III

Bien podría uno seguir comprando lapiceras

como siempre, y descartar esta experiencia

colapsable como oportunidad de crecimiento,

pero es mejor detenerse, como la lapicera

china y reconocer el valor de los avances

tecnológicos que disfrutamos, gracias a la

evolución, que nunca se detiene:


No sólo agrega objetos útiles, que mejoran

la vida y producen nuevas necesidades, sino

que agrega valor a todo, nos agrega y nos

educa en la agregación de valor, como algo

natural; una función positiva y expansiva

que nos acompaña en toda actividad, para

seguir creciendo en todos los sentidos:


Todo valor es susceptible de recibir agregación.

Venimos a agregar, el resto es aleatorio.

No hay otro fin, la agregación no tiene límites

y produce goce: es un recurso renovable.


Lo único sensato, es concentrarse en agregar

todo el valor posible a nuestras vidas y

defender los valores esenciales que todos

compartimos, como el valor agregado, los

valores digitales y todos aquellos que

pudieran agregarse en un futuro: No se sabe

demasiado del futuro, pero sabemos que es pura

agregación.


Es todo, voy a comprar una estilográfica.


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