(Onésimo Evans)
Los números vencieron,
caducaron ¿colapsaron?
No pregunto cuántos son,
respondería: no cuento con
el tiempo para el conteo
definitivo.
Tengo otras cuentas que llevar.
¿Cuántos vencimientos tienen
lugar hoy?
Hay una cantidad imprecisa
de cifras objetivas, pero todos
los guarismos son moneda de
cambio.
Es difícil ocultar una cifra
abultada, hay que tener paciencia
y esperar la declinación natural,
todo cae, caduca y vence.
II
Mientras contamos los dígitos
los números cambiaron: hay
que ajustar y actualizar los
códigos.
Hay números exactos y correctos,
hay ciencias naturales y artificiales:
(aquellas son más antiguas, pero
éstas más precisas)
No hace falta enumerar ni precisar
el número de veces que puede
repetirse una voz en un discurso
poético, político, rítmico o apócrifo.
Hay un número copioso de poemas
que circulan o vacilan, en proporción
directa al número de almas que necesitan
editar y emitir las fórmulas que adopta
su vacilación temporal en el espacio.
Todas las fórmulas posibles, existen en
el tiempo y tienen su vencimiento, que
puede extenderse más o menos, dentro
de el orden modesto de nuestra condición
efímera.
Hubo un tiempo, en que algunos filósofos
privilegiaban el reino de los números, como
Pitágoras. Parecía auspicioso pitagorizar
la vida, cultivando la música, los números
y el amor a la Naturaleza como valores
esenciales.
Pero el tiempo no lo acompañó, los valores
declinan, se vencen y son reemplazados.
La música es un arte complejo, los números
son algo tan abstracto como inasible, y el
amor no dura, en condiciones naturales.
III
El amor a los números puede prevenirse,
como cualquier virus procedente de
ultramar, pero nadie desea quedarse quieto.
Hay un número de estímulos suficiente
para amar el movimiento, incluso el
repetitivo. No confiamos en la estabilidad;
hay que circular, es la única forma de dejar
alguna huella, aunque sea ilusoria, irrisoria
y descartable.
Todos los destinos se cifran en un número,
sólo hay que averiguarlo, antes de su
vencimiento.
Nos enamoramos un número de veces, con
resultados diversos; después ya no.
Si la cifra coincide con la cantidad de
frustraciones, habrá que sospechar de ese
número.
Más allá de la importancia capital de los
números, no conviene aferrarse mucho a
ninguno: Es mejor diversificar la apuesta.
Hay quienes después de recurrentes fracasos
hacen números, y deciden no arriesgar más
e ir a lo seguro: los números no mienten,
verifican y vuelcan su amor en los guarismos.
Es una opción, hay que tener cuidado con los
irracionales, cuyo vencimiento puede exceder
los plazos razonables.
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