sábado, 6 de agosto de 2022

La evolución por extinción

 

(Horacio Ruminal) 


Un animal que se extingue

se vuelve más poético:

incrementa esa condición

y hasta la adquiere, si en vida

no la supo obtener.


Especies como el minotauro,

el centauro, el dragón o la anfisbena

carecerían del valor poético que

ostentan, si circularan entre nosotros

como un perro, una cucaracha o un

cisticerco.


Hasta el chancho, si se extinguiera

-Dios no lo quiera- podría competir

sin desventaja con la condición poética

de un ruiseñor o una mariposa, por

ejemplo.


No hace falta abundar en ejemplos

para entender que la extinción, produce

o agrega valor poético a cualquier forma

de vida animal, más allá de su tamaño y

atributos estéticos valorables.


Desafortunadamente, el entendimiento

de casi todo animal es bastante limitado,

más allá de la empatía

que puedan generarnos estas criaturas:


Ellos no pueden entender que la extinción

representa una oportunidad de crecimiento,

que no sólo elevará su cotización en el

mercado poético, sino que les permitirá

perdurar a través de generaciones de

poemas, hasta que se extinga el último

de los poetas vivos y colapse el mundo

sensible.


(Tampoco entenderían que la extinción

es una apuesta a futuro y es tendencia)

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