(Asensio Escalante)
La pregunta más poética
está por formularse.
Hay otras, el poema puede
servirse de distintas fórmulas
y formas:
Puede servirse solo
o con guarnición de otros como él:
no es un hecho casual ningún poema;
quienquiera que lo hiciera
es reincidente (aunque escriba siempre
el mismo)
No hay mucho que preguntar
en un poema, pero todo poema
es una pregunta.
No hace falta usar sus signos, la
diversidad de fórmulas multiplica
los medios del paisaje divisible.
No hace falta ir al bosque
para hacer un poema nemoroso.
No hace falta hacer agua para que
el poema fluya, nade y naufrague
en su tinta: basta la memoria.
No hace falta que haya algo que decir
para que sea el poema, quien arriba
entre mares de preguntas que esperan
en la costa.
En la otra orilla, está el poema acabado.
Listo para responder a todas las preguntas
con la misma sonrisa interminable, y un
eco que se burla de todos los naufragios,
aventuras y tripulaciones.
Ningún poema es lo que dice,
ni lo que hace: Puede servirse
de distintas fórmulas y abrevar
en casi todos los elementos conocidos
o en vías de serlo.
El poema, quien lo probó lo sabe,
puede servirse de otros y apropiarse
de todo: su fin lo justifica, aunque no
se lo conozca.
No preguntes al poema por su fin,
podría no tenerlo: El poema es un
camino, es decir una búsqueda, es
decir: una pregunta.
Algunos contemplamos el poema
como un ejercicio, hay otros.
Preguntar es un ejercicio vital.
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