(Tomás Lovano)
No podía quejarme mucho,
como animal desconocido
no la pasaba mal; podría decir
que casi no me afectaba esa
condición.
Fui nominado, catalogado,
fui clasificado y taxonomizado
en forma taxativa:
Estoy registrado e identificado
en forma fehaciente como especie,
subespecie, grupo:
Soy parte de una familia, con quienes
compartimos ciertas características
morfológicas, necesidades, hábitos,
costumbres.
Ser reconocido tiene su precio, pero
ya me acostumbré, y aunque la vida
no cambia demasiado, sería ingrato
no reconocer las ventajas del sentido
de pertenencia.
Todavía quedan rastros en la memoria
de mi pasado de animal desconocido;
añoranzas, tenues vestigios
que el tiempo borrará, como suele
suceder en forma taxativa.
La vida no sería muy distinta
sin la palabra que la nombra, ni menos
o más triste: moriríamos igual.
Pero hay quien sostiene que
lo que no se puede nombrar no existe.
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