(Ricardo Mansoler)
Me peiné.
Una vez peinado
me vestí y salí.
Pronto me sentí despeinado,
pensé el volver a peinarme
-hay pensamientos que se repiten-
Tendría que repetir la operación
¿Sería útil?
Afirmativo, en tanto sintiera como
propia la necesidad de estar peinado.
Negativo, no duraría mucho: Acá en
el sur hay un viento endemoniado, que
nos hace percibir como natural no estar
peinado (Nadie se pregunta si uno se
despeinó, o lisamente no se peinó)
II
Un peinado bien definido dice mucho,
acaso más que cualquier significante,
pero hay que mantenerlo.
La definición reposa en la memoria:
sólo ella puede reproducir los movimientos
exactos que produjeron el peinado original
(aunque haya otros similares, algo inevitable
habiendo más cabezas que opciones disponibles
de peinados)
La reproducción podría superar al original,
pero es suficiente que se le aproxime lo bastante
como para que nadie note ese rasgo de debilidad
que expresa no poder mantener una línea de
conducta.
Hay que recuperar esa raya, respetar los ángulos
y mantener las proporciones.
Peinarse es educar las emisiones capilares
con algún criterio estético. Con el tiempo,
la producción del peinado se automatiza,
como otras ramas de la producción.
Sabemos que sin educación, sólo podemos
aspirar al caos y la descomposición
del tejido social y la biomasa espiritual.
Nos encaminamos a un mundo cada vez
más diverso, inteligente y con una gama
casi infinita de peinados adoptables:
Tantos, que será prácticamente imposible
determinar quien está despeinado.
III
Ejercitando la memoria, observamos que
en toda nuestra Historia hay una cantidad
de hechos que se repiten, con otros
protagonistas y peinados.
Luego, cambiar el peinado o dejar de
peinarse no alteraría el ciclo
de repeticiones ni el curso de la Historia.
La decisión está
tomada: No sé si peinarme.
Puedo confiar en mi memoria,
no así en el viento. De todos modos,
si no nos despeina el viento, nos va
a despeinar la Historia.
Nacimos despeinados, luego nos fuimos
adaptando a los vaivenes del tiempo
y al curso de los distintos vientos
que se aventuraban.
La vida es sólo una aventura,
conviene estar peinado o no,
según las circunstancias.
El viento siempre tendrá la última palabra
(hasta que se las lleve a todas)
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