viernes, 13 de enero de 2023

El peine fino

 

(Ricardo Mansoler)

 

Me peiné.

Una vez peinado

me vestí y salí.


Pronto me sentí despeinado,

pensé el volver a peinarme

-hay pensamientos que se repiten-


Tendría que repetir la operación

¿Sería útil?


Afirmativo, en tanto sintiera como

propia la necesidad de estar peinado.


Negativo, no duraría mucho: Acá en

el sur hay un viento endemoniado, que

nos hace percibir como natural no estar

peinado (Nadie se pregunta si uno se

despeinó, o lisamente no se peinó)



II

Un peinado bien definido dice mucho,

acaso más que cualquier significante,

pero hay que mantenerlo.


La definición reposa en la memoria:

sólo ella puede reproducir los movimientos

exactos que produjeron el peinado original

(aunque haya otros similares, algo inevitable

habiendo más cabezas que opciones disponibles

de peinados)


La reproducción podría superar al original,

pero es suficiente que se le aproxime lo bastante

como para que nadie note ese rasgo de debilidad

que expresa no poder mantener una línea de

conducta.


Hay que recuperar esa raya, respetar los ángulos

y mantener las proporciones.


Peinarse es educar las emisiones capilares

con algún criterio estético. Con el tiempo,

la producción del peinado se automatiza,

como otras ramas de la producción.


Sabemos que sin educación, sólo podemos

aspirar al caos y la descomposición

del tejido social y la biomasa espiritual.


Nos encaminamos a un mundo cada vez

más diverso, inteligente y con una gama

casi infinita de peinados adoptables:


Tantos, que será prácticamente imposible

determinar quien está despeinado.



III

Ejercitando la memoria, observamos que

en toda nuestra Historia hay una cantidad

de hechos que se repiten, con otros

protagonistas y peinados.


Luego, cambiar el peinado o dejar de

peinarse no alteraría el ciclo

de repeticiones ni el curso de la Historia.



La decisión está tomada:  No sé si peinarme.


Puedo confiar en mi memoria,

no así en el viento. De todos modos,

si no nos despeina el viento, nos va

a despeinar la Historia.


Nacimos despeinados, luego nos fuimos

adaptando a los vaivenes del tiempo

y al curso de los distintos vientos

que se aventuraban.


La vida es sólo una aventura,

conviene estar peinado o no,

según las circunstancias.


El viento siempre tendrá la última palabra

(hasta que se las lleve a todas)






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