(Tomás Lovano)
El título era otro en su origen;
sufrió una pequeña modificación
que no cambia casi nada:
Secretos inútiles, era, pero alguien
me sugirió que no era atractivo
para casi ningún lector, y el poema
existe para ser leído, aunque no lo
justifique ni lo merezca.
Pero al poema no le importan los
merecimientos, y mucho menos
la justicia: Para eso están los
funcionarios del poder judicial,
las leyes naturales y las emanadas
desde la función divina.
El poema es ajeno a toda esa burocracia
y sus diversos protocolos, que poco o nada
tienen que ver con el sentir poético y con
la vida.
Hay formas de vida y de muerte,
los medios de vida superan, hasta ahora,
a los medios de muerte, aunque estamos
en plena evolución.
Luego, está el estilo de vida
que cada uno decide adoptar
según sus posibilidades.
No hay un sentido establecido, reconocido
ni conocido: Se presume que la vida es un
fin en sí misma.
Y concluye cuando conoce su verdadero fin.
Hay diversas formas de arribar a la muerte,
aunque no hay un estilo a adoptar.
(La forma en que se autopercibe ese cambio
de condición material, física, metafísica u
ontológica es un secreto que se lleva a la
tumba, o quién sabe adonde: un secreto tan
eterno como inútil)
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