(Pascual Rambler)
No sabía mucho sobre mesas de valores
y remesas de utilidades, pero me las arreglé
para poner en valor la mía: esta humilde
mesa.
Vacilaba, un movimiento anómalo y
recurrente resentía la función esencial
que debe cumplir una mesa:
Mantenerse firme y servir de apoyo
sosteniendo los movimientos del usuario,
sea un comensal, un jugador, un escribiente
diletante o un mero contribuyente ocasional.
Lo resolví con un libro, no es sencillo:
Hay que encontrar el volumen preciso
y adecuado.
Por suerte, disponiendo de libros de distinto
porte, mediante el ensayo y error, al fin se
obtiene el equilibrio justo y la estabilidad
deseada:
Sin estabilidad, no hay desarrollo ni progreso.
Gracias al libro, la mesa recuperó su valor,
volviendo a producir utilidad
y sumando ahora el valor del libro.
El valor de un libro es siempre relativo
y fluctuante: depende del juicio subjetivo
del presunto lector, propietario o no.
De si fue leído y aún merece otra lectura,
si estaba en una lista de espera o bien,
resulta más bien ajeno y no se sabe por
qué estaba ahí.
A veces no importa mucho el origen
de un libro, ni la voluntad de leerlo:
Siempre puede ser útil y no sabemos
cuando podremos necesitarlo.
No desprecies ningún libro, nunca
se sabe cuál es el verdadero valor.
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