(Ricardo Mansoler)
Vi caer una estrella.
No sé si era una estrella fugaz,
tampoco puedo asegurar
que fuera una estrella:
No la vi estrellarse, sólo caer
e ignoro su destino, -es común
ignorarlos- tal vez siga cayendo
todavía.
Desde tanta distancia, es difícil
para un profano determinar con
precisión si esa luz que caía
pertenecía al cuerpo de una estrella.
Hay tantos cuerpos que brillan
dando vueltas por el firmamento,
para acabar cayendo…
Ni siquiera sabemos si esa luz
es propia, o sólo el reflejo de otra
estrella.
Podría tratarse de un satélite, un
cometa, un aerolito u otro objeto
no identificado que pulula en el
espacio etéreo e infinito:
No es para confiar la luz, no todo
lo que brilla son estrellas, ni toda
luz es verdadera.
Dicen que hay que pedir un deseo
al ver una estrella fugaz, pero…
¿Cómo saber si en verdad lo era?
No, no conviene creer en los deseos,
y menos cuando hay que pedirlos.
II
Aún suponiendo que era una estrella,
es un poco absurdo atribuirle otros
significados y propiedades ¿Cuántas
cosas caen todo el tiempo acá nomás,
sin ir más lejos?
¿Qué tiene de particular ver un cuerpo
caer, cuando todos los observadores
estamos sujetos a la ley de gravedad?
Y algo más: Nos caemos y nos levantamos
casi siempre, pero en la estrella, la caída es
el signo de la muerte: No muere al caer,
cayó porque murió, completó su vida
útil como estrella.
No habría que celebrar la muerte
pidiéndole deseos opinables…
Fuera del ámbito especulativo, tampoco
es mucho lo que sabemos de la muerte.
Sólo que las estrellas tienen un ciclo
bastante más prolongado: su combustión
puede durar millones de años,
pero estamos a años luz, lo que significa
que es probable que casi todas las estrellas
que ahora vemos estén muertas.
Aunque se trata de una muerte muy lejana,
estamos a años luz, y no es fácil distinguir
una luz viva de una muerta.
Pero no no es del todo indiferente: Desde
nuestros cuerpos insignificantes y efímeros,
solemos vacilar ante la muerte y sus misterios.
A menudo, nos cuesta verificar la condición
vital en otros cuerpos; tanto, que la única
forma de despejar la duda es recurriendo a
la muerte.
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