(Esther Miño)
Cada género tiene sus peinados.
Algunos peinados son claramente
femeninos. Otros, por el contrario,
son más dudosos.
No poner atención al peinado,
podría apreciarse como un rasgo
de virilidad hasta hace poco:
El descuido y la desprolijidad, eran
considerados propios del género
masculino. Hoy ya no.
La evolución se hizo presente
en la generación y proliferación
de nuevos peinados y géneros,
cada vez más heterogéneos.
No es penoso, la diversidad nos enriquece
a todes, elevando el potencial creativo
disponible que nos constituye y borrando
esos contornos, que eran límites para la
natural evolución (que tiene un norte
bien definido, aunque no lo conozcamos)
Podemos tener opiniones divididas, pero
aceptamos de buen grado que todo es
divisible y no hay límites:
Abrazamos la división indefinida, más
allá de cualquier fin. La función lo justifica
todo: La división funciona.
Al fin y al cabo, es mucho más lo que nos
divide que lo otro.
Peine y pene son sustantivos masculinos,
suenan casi igual; sólo una letra puede cambiar
el sentido y también el género:
Pena no tiene relación con pene (aunque haya
penes penosos, penachos y penínsulas, también
está la penicilina, gracias a la evolución, para
curar las infecciones venéreas)
La letra e es esencial para la evolución:
el lenguaje inclusivo se vale de ella para
neutralizar cualquier cosa.
Pero el pene no es neutro, y no puede ser
neutralizado porque termina en e.
No se peina el pene, tampoco. Pero se
puede acariciar, sobar, estimular y complacer
de modo indefinido sin caer en el pecado:
Los pecados no se peinan,
pero se dividen en categorías, todas disponibles
y también se pueden maternar sin contradicción
ni contraindicaciones.
¿Cuántos penes todavía no acariciaste?
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