(Tomás Mercante)
El pueblo estaba
solo, General, hasta
que Ud. se le
apersonó para conducirlo.
Se lo deben todo, un
pueblo
sin conducción no
va a ninguna parte.
-No es para tanto,
compañero. Un hombre
no puede hacer
mucho; los hombres
pasamos, algunos sin
siquiera ser registrados
por la Historia y
otros con una misión.
Pero la voluntad del
pueblo todo lo puede,
hasta cierto punto:
Su vocación es
inquebrantable, a diferencia
del hombre. Y si la
soledad es su verdadera
vocación, el pueblo
volverá a estar solo.
Uno pasa, puede
hacer Historia, pero no
mucho más.
Pero Ud. les mostró
el camino, General, y
los empoderó como
sujeto histórico. Por
eso sigue siendo el
verdadero y único
líder popular: la
verdad resiste al tiempo.
-Todo eso son
palabras, compañero, como
la palabra
compañero; suenan bien pero no
alcanza… La verdad
es otra cosa, la
oportunidad
histórica ya pasó, y el pueblo
no tuvo vocación de
aprovecharla.
Yo lo advertí:
Sólo la organización vence
al tiempo; pero
entendieron mal y se
organizaron en otro
sentido. No pude hacer más,
un hombre solo no
puede hacer mucho…
Las palabras pasan,
fijesé que ya nadie habla
del pueblo: se
murió. Ahora los políticos evitan
nombrarlo, hablan de
colectivos, sectores,
segmentos
poblacionales… Y también hablan de
oportunidades,
desafíos, consensos y otras cuantas
macanas.
Perdonemé, General,
pero creo que Ud. nunca
estuvo solo…
-La única verdad es
la realidad, y la realidad
nunca es lo que
parece. No se deje llevar por
apariencias: Fijesé
quienes me rodeaban…
Un hombre solo no
puede hacer mucho.
¿Y por qué,
sabiéndolo, se dejaba rodear por
ellos?
Un hombre solo no
puede hacer mucho, y no
siempre podemos
elegir. Sabíamos que no era
muy bueno eso, pero
lo otro era peor.
II
Eran tiempos
complicados, el mundo estaba dividido
y entendí que
adoptar la tercera posición era lo
correcto; una
estrategia con visión de futuro: Desde
ese lugar neutro se
podría negociar en mejores
condiciones con el
que ganara.
Pero muchos no lo
entendieron, y en ese clima de
reivindicaciones
desmesuradas para el pueblo, hubo
que luchar, también,
contra la infiltración. Ellos
agitaban, sembrando
confusión, buscando apoderarse
de las luchas
populares y llevarlas en otro sentido.
Su consigna “cuanto
peor, mejor” apuntaba a una
supuesta revolución,
que era ajena al sentir del pueblo.
Nosotros queríamos
la paz y el estado de bienestar,
ellos apostaban al
caos y la violencia: Las revoluciones
son violentas, y
siempre producen víctimas.
En cambio, el
pacifismo siempre fue una de nuestras
banderas.
Pretendían
transformar nuestro movimiento en otra
cosa, captaban a
jóvenes incautos con ideas foráneas
y fantasiosas, como
la lucha de clases.
¿No es aplicable
esa teoría a nuestra sociedad, o es
que resulta errónea
en general, General?
-Yo lo expliqué,
con paciencia, más de una vez.
Conozco una sola
clase de hombre: el que se
somete. No lo
entendieron, estaban sometidos a
su ideología
disolvente y frustrante para las
aspiraciones
populares.
El hombre necesita
someterse: A una mujer, a un
patrón, a sus
superiores o a su partido; a una bandera,
una divisa. Podría
seguir… Pero ¿para qué?
Mire de qué sirvió
mi enseñanza, mi lucha…
¿Está arrepentido,
General?
-No, un hombre cabal
e íntegro, que ha sabido ser
determinante y dejar
su huella indeleble en la
Historia, nunca se
arrepiente.
Pero si tuviera la
ocasión de volver, lo pensaría mucho
y probablemente
optaría por la abstención. Yo ya hice
lo mío, y creo
haber salido airoso del juicio de la Historia.
¿Se siente solo,
General?
Ciertamente, pero
estoy acostumbrado. Provengo de ese
pueblo que siempre
estuvo solo: Soy uno de nosotros.
Y llevo en mis oídos
la más maravillosa música...