(Dudamel Rambler)
La playa se expande,
la arena es un pan caliente
que atrae a los turistas.
Todos somos turistas. En
la playa cada cual se explaya
en libertad, el movimiento es
expansivo: las ondas sonoras
van y vienen y rebotan en las olas
que vienen y van.
Las olas se explayan, creando
y recreando la ilusión de movimiento
continuo.
Pero siempre hay una que se adelanta
y encabeza el movimiento de la ilusión
que fluye: Somos turistas de esa ólica
ilusión, mientras esperamos otra ola de
turistas.
Estacionado en la playa, uno piensa
en otras cosas: esas que sólo se piensan
en la playa: fluídos banales, sedimentos
ociosos de otras horas.
II
Hace mucho que no voy a una playa,
pero puedo explayarme sin dificultad
como pez en el agua, evocando la
memoria de otros tiempos y playas
frecuentadas antaño.
(Las playas no difieren mucho: Todas
contienen arena y agua con diversa
proporción de sal. Aunque puede cambiar
la temperatura del agua y el volumen de
las olas, ellas siempre cambian)
Estos pensamientos playeros, son posibles
gracias a la cabeza que portamos, tal vez
excesiva en volumen pero asumimos que es
el costo para contener tantos pensamientos
como éste (o incluso más útiles)
que nos permiten ser vanguardia
en la ola evolutiva.
III
La cabeza es el órgano capital
para cualquier mortal; como individuos,
como grupo o comunidad organizada.
Al frente de toda organización
hay una cabeza por lo menos:
Es la autoridad.
Algunos, por no obedecerla, pierden
la suya.
No es bueno perder la cabeza
bajo ninguna circunstancia,
y menos por causas perdidas.
Un falo acéfalo no entusiasma a nadie,
rezaba la frase de cabecera
de un filósofo falocéntrico
que tenía bastantes seguidores
en estas playas.
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