(Teodoro Losper)
Con pasión denodada
sofrené mi frenesí e interrumpí
la sana vocación turística ante
la presencia de un cuerpo sospechoso.
Todo cuerpo es del todo sospechoso
hasta que demuestre lo contrario:
dijo la voz de la conciencia.
Tenía las piedras necesarias
para armar una defensa justa
o apropiada, si no proporcional.
Las proporciones pueden cambiar
en lo formal, pero son siempre una
de las formas de la belleza.
Entonces barrunté: Una piedra no es,
en sí misma, algo sospechoso.
Es más libre que cualquiera de nosotros
y posée una duración indefinida, a
diferencia de otros cuerpos.
El conocimiento es un arma, como lo
es la experiencia: No me faltaba calle,
tenía empedrado y atesoraba más de
un adoquín en perfecto estado.
Podría arrojar una piedra en señal
de bienvenida, como prenda de paz
para iniciar un intercambio productivo.
Pero los signos y las señales suelen
ser mal interpretados, y dar lugar al
conflicto.
Entonces sospeché:
No siempre el que está libre de sospechas
es quien arroja la primera piedra.
El otro podría, como yo, sospechar de mi.
Nada lo impide; es libre de hacerlo:
Toda libertad es sospechosa, concluí
con sensatez mientras preparaba mi
piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario