(Abel A. Borda)
Alámenes hesitan
a la luz de válvulas solubles
pero inéditas.
El poema salva vidas,
salpica un ritmo velado
que suspende esta tensión
real en un punto tan neutro
que precipita imaginario:
Un ritmo velado como
cualquier cadáver que se precie.
En otros tiempos, el poema
no tenía edad como para
permanecer inédito.
Ahora hay metros y metros:
litros poéticos fluyen como
babas en vidrieras caudalosas.
El salvavidas nunca muere,
hace tiempo:
se inventa otras vidas que lo
necesitan, como a cualquier
poema que vacila, perdido
en su velamen de estropicios.
El poema no es tu hospicio,
está lleno de calles silenciosas
sin salida.
Su mar no tiene salida, aunque
salpique. Mar dudoso, undante,
semoviente, pletórico de vidas
sumergidas codeándose con
salvavidas muertos.
El poema no se suspende por
mal tiempo; observa su ritmo,
los restos de sus células y órganos
vitales.
No salva vidas, ni cambia el mundo.
Apenas puede, salvando las distancias
burlar la realidad que lo salpica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario