(Nicasio Uranio)
Dios odia los hongos,
por eso los condenó a vivir
bajo tierra entre raíces y
cadáveres.
Apenas si asoman
en forma ocasional y breve
sus sombrillitas tristes.
Son los menos reconocidos
entre los seres vivos
y es dudosa su pertenencia
a alguno de los reinos conocidos
que son dos, establecidos por Dios,
que es Uno.
¿Cuánto vale la vida de un hongo?
No se sabe, a nadie le interesa. Tal
vez ni ellos lo sepan, ni se lo pregunten.
Pero no están solos, aunque parezca lo
contrario: Un hongo no sabe estar solo,
y sabe que abajo son mayoría.
Ellos esperan, y emiten sus esporas.
Los que asoman a este lado, acaso
no les digan: como es abajo es arriba
ni lo inverso.
No tienen por que saber que Dios
los odia, y pudo haber tenido un mal
día cuando los creó.
Luego vio que no eran buenos,
ni malos y los abandonó a su suerte.
Ellos esperan, cada tanto asoman
con discreción y desaparecen
como si nada; se internan en la tierra:
Saben que los de abajo son mayoría.
No saben que el Odio de Dios
es infinito, como su soledad
y su indiferencia.
Pero la indiferencia no los mata,
vuelven a aparecer,
ellos siempre vuelven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario