(Senecio Loserman)
El perdedor nativo
no se jacta ni se humilla,
asume su condición
y sigue su camino.
No necesita conocer los otros
ni frecuentar la duda:
¿necio se nace?
¿dudan los débiles?
Sabe lo que se pierde al no dudar
y sabe que hay ganancias más dudosas.
Fuertes y débiles acabarán igual
de muertos:
Es ese el único éxito seguro.
El perdedor nativo
no se jacta ni se humilla, puede
perder la orientación y errar
sin rumbo cierto.
Pero sabe perder y continuar:
Sabe que todos los caminos
son parte del desierto,
y que estar vivo
no significa estar despierto.
El perdedor nativo puede
tener amigos, y perderlos.
No cultiva virtudes contables
ni valores que coticen.
Conoce el fracaso de la experiencia
como la experiencia del fracaso:
nada que merezca compartirse
¿experticia?
El perdedor ha aprendido a no creer
en la justicia. Tal vez tenga lo que
merece; no lo sabe ni lo inquieta:
¿Qué más se puede merecer?
Basta con seguir lo que conoce,
ese camino que es parte del desierto.
El perdedor nativo se asume
sin jactancia, ni desvelo:
Sabe que no tiene nada que perder,
y aún no está muerto.
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