(Emelio Casenave)
Dios no envejece como los Papas,
es el mismo de siempre y no se le
notan los años.
Nadie sabe cuántos son, pero podrían
ser muchos más.
Nunca envejeció, me lo contó uno
que fue y volvió: estuvo clínicamente
muerto como veinte minutos, aunque
ni se dio cuenta; dice que no es nada.
Ahí lo pudo ver, como si fuera un sueño.
Estaba tranquilo, escuchando cantar a
un oriental, Julio Sosa, el varón del tango
en “Que me van a hablar de amor”
Es su preferido, según le contaron otros
parroquianos. Se encontró con algunos
conocidos y también lo vio a Víctor Sueiro
con su sonrisa bonachona y sus anteojos
culo de botella.
Siempre vuelve a contar cómo volvió
de la muerte varias veces, hasta que
decidió quedarse para poder repetir su
historia entre los muertos, un público
que siempre se renueva.
No, Dios no envejece, ni pierde la memoria.
El deterioro cognitivo, la pérdida de masa
muscular, las cataratas y la osteoporosis, así
como la hiperplasia prostática, la demencia
senil y la corrupción de la carne, son producto
de diseño:
Creaciones luminosas emitidas con Amor
Infinito, propias del Diseño Divino, que es
perfecto.
El resto de nosotros, está elaborado casi
a imagen semejanza.

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